Discusión en la Convención: Cuestiones Internacionales y Política Exterior de los EEUU

 
BY: 29th Convention Organizing Committee| February 19, 2010
Discusión en la Convención: Cuestiones Internacionales y Política Exterior de los EEUU

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Este documento tiene el objetivo de proveer un marco y un estímulo para la discusión de la preconvención del partido Comunista de Estados Unidos, que culminará en la Convención Nacional de mayo de 2010. No se trata de un amplio análisis de cada cuestión en cada punto del planeta. El propósito principal es de dar una orientación general y estimular la discusión acerca del papel del Partido y de cada comunista en este escenario de lucha. La discusión de la preconvención en sí, puede ofrecer una oportunidad para llenar vacíos y profundizar nuestro nivel de comprensión de los temas planteados aquí y de aquellos que les están relacionados.

Reajustes mundiales, cambio en la correlación de fuerzas

A partir de los años 70, y de manera acelerada desde los 90, luego del colapso de la URSS y los estados socialistas de Europa Oriental, el capital internacional, liderado por el imperialismo norteamericano, se lanzó a una campaña de imposición de políticas neoliberales tanto a lo interno como en todo el mundo. Se le llama “libre” comercio cuando en realidad se trata de comercio manipulado a favor de las corporaciones multinacionales, privatización del sector público, en beneficio de esas mismas multinacionales y las oligarquías locales. Además recortando drásticamente los servicios públicos como la educación y el cuidado de la salud e imponiendo la desregulación en las actividades del sector privado, entre las cuales la banca y las finanzas.

Es importante señalar que las políticas militar y extranjera del imperialismo son dirigidas por los más poderosos segmentos del capitalismo, incluyendo el capital financiero y el complejo militar, industrial y energético. Esas políticas son directamente contrarias a los intereses de los trabajadores en todo el mundo.

Este período ha sido también testigo de nuevos e increíbles niveles de integración del capitalismo global. Sin la Unión Soviética y el campo socialista como contrapeso al imperialismo, el capital financiero se siente libre para errar por el mundo, devorando recursos y aplastando resistencias a sus políticas neoliberales.

En las economías capitalistas emergentes de Europa Oriental y en los países en desarrollo de Asia, África y América latina, esas políticas conducen a deudas nacionales masivas, desnacionalización de las industrias y la eliminación total de los más esenciales programas sociales. La notable excepción fue China, que se negó a seguir las directivas neoliberales del Banco Mundial y demás. China, un estado socialista y de economía de orientación socialista, pero que todavía es un país en desarrollo, no solamente salió relativamente indemne de la crisis, sino que ha dado signos de fortaleza en la presente crisis. Pero muchas economías en desarrollo fueron empujadas al borde del colapso. Las políticas neoliberales han estimulado la aparición de nuevos patrones de migración laboral desde los países pobres a los ricos.    

En Europa Occidental también, os principales países capitalistas han adoptado las mismas políticas de privatización y financiación. Ahora Europa, al igual que los Estados Unidos, está en el centro de la crisis económica global, con países como Islandia al borde de una completa quiebra económica.

Aquí, en los Estados Unidos, las políticas neoliberales han exacerbado la brecha, que ya tiene tres décadas, entre la productividad y los ingresos reales, con sucesivos recortes a los programas sociales. Para cubrir esa carencia, el capital financiero se apoya, y promueve, la expansión de la deuda de los consumidores y las sucesivas burbujas especulativas. La aceleración del desmantelamiento de la base manufacturera de la economía viene acompañada de feroces ataques lanzados contra los trabajadores. La actividad económica, de manera creciente descansa en el consumismo y es cada vez más controlada por los esquemas especulativos financieros. Esas condiciones condujeron al colapso económico norteamericano y a la crisis financiera de 2008-2009. Esta crisis ha significado un golpe demoledor para la posición económica de Estados Unidos en el mundo.   

El descrédito del modelo económico neoliberal promovido por Estados Unidos estuvo emparejado con el descrédito del liderazgo de la política exterior norteamericana, como resultado del desastroso fracaso de las políticas agresivas y militaristas de la administración Bush, especialmente la invasión y ocupación de Irak.
El resultado de estas políticas neoliberales militaristas extremas ha sido la profundización de las contradicciones en el mundo, el surgimiento de mayores retos al imperialismo norteamericano en América Latina, China y en otros lugares, así como la estrepitosa caída de la posición internacional de Estados Unidos.    
China ha surgido como uno de los poderes económicos del mundo, rivalizando con Estados Unidos. Además de China, hay otras economías en ascenso, como Brasil, India y Rusia. La mayoría de las naciones latinoamericanas, de una u otra forma, han rechazado el neoliberalismo y esta región vecina nuestra, que en el pasado fue terreno para la explotación imperialista, ha establecido nuevas e independientes formas de cooperación económica y desarrollo. La Unión Europea es uno de los principales centros económicos y crecientemente actúa independientemente de los Estados Unidos.  

En las Naciones Unidas, los Estados Unidos todavía conservan el poder del veto, pero ya no pueden hacer lo que quieren. Otras naciones exigen cambios a la estructura de la ONU y otras instituciones globales, que reflejen la nueva correlación de fuerzas mundial. La ONU, en particular, es un escenario de lucha con potencialidades para jugar un papel cada vez mayor.

Así, el imperialismo norteamericano se enfrenta a desafíos sin precedentes a la incomparable supremacía que mantuvo durante muchos años. Ha sido obligado a una retirada y a bregar con su reducida influencia. Se enfrenta a una creciente presión para limitar el uso de su poder militar, incluso para se desmilitarice, para que actúe en el área del cambio climático, para que suma su responsabilidad por la profunda pobreza que mantiene a la mayoría de la gente recibiendo apenas menos de $2 por día, sin agua potable ni tierra cultivable, a respetar a la ONU y otros órganos internacionales y a responder y ayudar a prevenir epidemias y desastres. En otras palabras, es bajo presión de la comunidad mundial para que reconsidere su comprensión de la seguridad global establecida sobre una base colectiva y de cooperación, más allá del terrorismo y el poder político.

Nuevo reto internacional: el calentamiento global

Los trabajadores y todos los pueblos, incluido el norteamericano enfrentan ahora un nuevo reto internacional: el cambio climático y el calentamiento global.
En casi todos los países del mundo hay luchas en torno a esta cuestión. Ha aparecido divisiones entre los países altamente desarrollados y los países en desarrollo, entre varios estamentos del capital global y dentro de la clase obrera y el pueblo, acerca de quien cargará con los costos derivados del cambio de una economía mundial basada en combustibles fósiles a una economía energética renovable. A los mineros les preocupa su trabajo. A los países en desarrollo les preocupa pensar que tendrán que pagar por la destrucción creada por las naciones ricas e industrializadas. Algunos grupos del capital global, que aceptan lo que dice la ciencia acerca del calentamiento global y tienen un interés propio en dejar atrás los combustibles fósiles, han chocado con la “vieja guardia” del capital, que obtiene beneficios con el petróleo, el gas y el carbón.  

El calentamiento global y la crisis del cambio climático en el contexto de la crisis económica global, plantea un urgente nuevo reto a la clase trabajadora y al pueblo de nuestro país y al mundo, así como a nuestro Partido.

Los hechos relativos al calentamiento global exigen a la humanidad actuar sin pérdida de tiempo pues de no hacerlo, los efectos negativos a largo plazo, convertirían al planeta en algo diferente a lo que conocemos hoy. Las primeras víctimas son y serán los pueblos del mundo en desarrollo y las regiones más expuestas a las sequías, la subida del nivel del mar y otros impactos climáticos. Pero como somos un mismo planeta, con una economía y un clima globales, lo más probable es que los mismos Estados Unidos también se conviertan en víctimas. Esta situación plantea no solamente un reto sino también una inédita nueva oportunidad para que se desarrolle un movimiento de masas que reorganice las economías de los Estados Unidos y del mundo, en beneficio del pueblo y del planeta. Esto significará enfrentar a esos grupos del capitalismo norteamericano que por mucho tiempo han logrado enormes beneficios de una economía basada en combustibles fósiles y que luchan “con uñas y dientes” contra cualquier cambio que recorte sus beneficios.

La política extranjera de la administración Obama

El reajuste global de fuerzas está vinculado con la cambiante dinámica política dentro de nuestro país.   

Los nuevos desafíos al dominio global del capital financiero norteamericano han generado distintos tipos de respuesta de parte de sectores de la clase dominante de los Estados Unidos. La subida de la administración Bush en el 2000, puso al frente de Estados Unidos al ala más derechista y a elementos militaristas. Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y otros taques posteriores alrededor del mundo, permitieron a esta facción, dirigida esencialmente por representantes del complejo militaro/industrial contratistas militares, asuntos de petróleo y energía, corporaciones multinacionales con grandes contratos gubernamentales, etc.) a presionar a favor de una política de confrontación abierta internacional y neoliberalismo extremo a lo interno.

El descontento con esas políticas comenzó a incubar y finalmente hizo ebullición en el 2008, particularmente en el medio de la más seria crisis económica del capitalismo en varias décadas e hizo posible la campaña y victoria de Barak Obama. Esto fue expresión de repudio a esas políticas de parte de la mayoría de los norteamericanos.

Junto a las fuerzas progresistas que impulsaron la llegada de Obama a la Casa Blanca, hay mentes lúcidas que están tratando de modificar la política exterior de Estados Unidos, reorientándola para pasar de la confrontación militar a un mayor o menor grado de cooperación y diplomacia. Pero hay diferentes percepciones acerca de cómo hacerlo. Al mismo tiempo, sectores militaristas de la clase dominante y quienes impulsan una agenda neoliberal, trabajan duramente para ganar protagonismo y recuperar el control de la política exterior norteamericana. Esas fuerzas contradictorias están todas representadas en el seno de la administración Obama.

Los Estados Unidos están todavía en el estadio que nosotros, los marxistas, caracterizamos como capitalismo monopolista e imperialismo, pero eso incluye diferentes intereses y tendencias que pueden dar forma a las políticas del gobierno. Por eso es importante cuál tendencia y sus políticas deviene dominante en la medida eso afecte los intereses de la clase trabajadora, o una política ultraderechista de abierta agresión militar o una política más realista, lejos de la confrontación militar. En ese mismo orden, o una política agresivamente a favor de los monopolios, con una agenda neoliberal y global, o una política más ponderada y de cooperación económica.

Esto se pudo observar en el batallar acerca de si nos aliábamos o no con la Unión Soviética contra el fascismo durante la II Guerra Mundial. También en la lucha por decidirnos entre la coexistencia pacífica o la confrontación militar de la Guerra Fría. Finalmente en la lucha electoral entre la política de Bush y la política de Obama. Ahora se debe prestar atención a los procesos objetivos y la cambiante correlación de fuerzas, lo que es determinante para los intereses del capital monopolista norteamericano, cómo responden los diferentes segmentos del capital y el significado que esto tiene para la clase trabajadora y todo el pueblo trabajador.    

Lo que beneficia a la política exterior de la facción de la derecha más agresivamente imperialista, debilita la agenda nacional progresista que las fuerzas populares se esfuerzan en implementar.  

Tiene gran significación el hecho de que Obama se dirija en una dirección fundamentalmente diferente a la de Bush, en los hechos y las palabras. Pero independientemente de lo que se piense de Obama como individuo, las políticas de su administración, tanto en lo doméstico como en lo internacional, han sido y seguirán siendo modeladas no solamente por preferencias, sino por desarrollos objetivos, modificación en la correlación de fuerzas mundial, la correlación de fuerzas políticas dentro del país y el resultado de la lucha entre las fuerzas que se enfrentan en el seno mismo de la administración.

En algunas instancias, como en la situación de Afganistán y las diferentes fases de la crisis hondureña, parece que las fuerzas más conservadoras dentro de la administración y el estamento militar y de inteligencia han tenido mayor influencia en la definición de la política de la administración, mientras que en otros casos, como las iniciativas a favor del desarme nuclear, el restablecimiento de mejores relaciones con la ONU, los esfuerzos diplomáticos hacia Irán y Corea del Norte o las presiones sobre Israel por el tema de los asentamientos, parece que fuerzas más progresistas o centristas han tenido la última palabra.

Es una situación fluida. En general, la trayectoria de la administración Obama es de alejarse del agresivo  militarismo de Bush, pero todavía queda por determinar cuales son sus características precisas y el alcance de su ruptura con las políticas imperiales del pasado medio siglo. Todo eso dependerá en buena medida del nivel de movilización de las organizaciones de masas en nuestro país, ejerciendo presión a favor de políticas progresistas. La elección de Obama abrió espacios para que un amplio espectro de fueras se movilice y presione para que se reviertan viejas políticas que se apoyan en el poder militar y los estrechos intereses capitalistas y para que haya cambios más profundos en un sentido progresista. Esta nueva apertura también se manifiesta internacionalmente, dando relevancia a los movimientos a favor de la paz, el desarme nuclear, la justicia económica y política y la protección del medio ambiente.

Retos y conflictos clave

Un cierto número de conflictos clave y retos específicos juegan un importante papel en la lucha para llevar la política exterior de nuestro país por una dirección nueva y mejor. Hay división en los círculos dirigentes de los Estados Unidos acerca de cómo bregar con esta situación. Esas divisiones se reflejan tanto en la administración Obama como en el Congreso. El comienzo del gobierno de Obama y el control Demócrata del Congreso ampliaron considerablemente las oportunidades para que los movimientos populares tengan impacto en las políticas que se están siguiendo.   

Resolver algunos de esos conflictos clave, por ejemplo, lo de Afganistán, implica que un nuevo tipo de política define los intereses norteamericanos de una manera diferente. En lugar de la antigua forma de pensar, que consistía a considerar esos pueblos como peones en un juego de poder global (lo que incluye el control de recursos estratégicos, como el petróleo), este nuevo pensamiento en política exterior, redefinirá la seguridad nacional de Estados Unidos y considerará que los intereses norteamericanos exigen que los pueblos de esas regiones conflictivas tengan comida, agua potable, electricidad, empleos estables, mejor educación, incluyendo la universitaria y la capacidad de desarrollar sus propias formas de expresión política y gobierno.

Se requiere una nueva política exterior para una nueva era. Eso supone no solamente la retirada del imperialismo norteamericano, sino también la proyección de un papel nuevo y constructivo para el gobierno de Estados Unidos en la arena mundial. La idea de un papel positivo en el mundo de parte del gobierno de Estados Unidos es un concepto diferente al que mucho de nosotros estamos acostumbrados, pero es uno por el que se debe luchar y que se debe lograr. Es preciso insistir, las oportunidades hoy son mayores que las que se han visto en mucho tiempo.

En este documento destacamos la lucha que hay que librar para alcanzar ese nuevo tipo de política exterior en relación a Afganistán, el conflicto entre israelíes y palestinos y las relaciones de Estados Unidos con Irán, África y con nuestro cercanos vecinos, la América Latina, en particular Cuba. Naturalmente, hay otras áreas muy importantes, potenciales “puntos calientes”, entre los cuales Rusia, India y el conflicto de Cachemira, la península coreana y otros.  

Además, de primera importancia es la cuestión de desmilitarizar la influencia global de los Estados Unidos, sobre lo cual hay fuerzas diferentes dentro de la administración Obama, quien ha lanzado algunas iniciativas para tratar de limitar los programas armamentistas del Pentágono, pero poderosos intereses enfrentan esas iniciativas. Obama también ha lanzado a la palestra el tema del desarme nuclear y ha dado algunos pasos en esa dirección con el nuevo tratado de de reducción de armamentos entre Estados Unidos y Rusia. Esto ofrece una posibilidad para que tenga mayor influencia un movimiento más amplio a favor del desarme.
La desmilitarización de nuestra política exterior tiene una fuerte expresión en Japón, donde se libra una lucha popular para deshacerse de la importante base militar en Okinawa. Durante la visita del presidente Obama allí en el 2009, ese fue uno de los principales temas de discusión.

Afganistán

La recientemente anunciada escalada militar de los Estados Unidos en Afganistán seguramente exacerbará los problemas en ese país, en el vecino Pakistán, que dispone de armas nucleares y en el resto de la región. Poner fin al papel militar norteamericano en Afganistán y en Pakistán, es con toda claridad una prioridad dado lo dañino en repercusiones políticas internacionales y en el costo económico y social en el plano interno, sin olvidar la creciente cantidad de muertos y heridos afganos y norteamericanos que eso implica.  

Extraer a los militares norteamericanos de Afganistán de manera rápida, requerirá de un plan realizable y sostenible, que ayude al pueblo de Afganistán y a la región a recuperarse de más de 30 años de guerra, muchos de los cuales han sido resultado directo o indirecto de la intervención del imperialismo norteamericano. Esto exige que Estados Unidos promueva iniciativas internacionales de cooperación económica para el desarrollo, que produzcan cambios reales en las vidas de los pueblos afgano y pakistaní y que les permita construir y ampliar sus sociedades civiles y sus estructuras democráticas.  

Esa es la única manera de evitar que el Talibán y otras fuerzas reaccionarias lleguen al poder. Es también la manera de crear un mejor entorno para el surgimiento de fuerzas democráticas que puedan reemplazar al corrupto régimen de Karzai, impuesto por los Estados Unidos. La presencia militar norteamericana permite al Talibán presentarse como luchadores contra la ocupación extranjera. Es bueno recordar que el dominio del Talibán se tradujo en la casi total aniquilación de la sociedad civil en Afganistán, en incalificables atrocidades contra las fuerzas progresistas, las minorías étnicas y donde las mujeres fueron colocadas en situación de virtual esclavitud. Pero el Talibán es un legado de los años de intervención norteamericana. No habrían existido y por supuesto, jamás habrían llegado al poder,  de no haber sido por el imperialismo norteamericano. De la misma manera, Al Qaida en la medida en que existe en la región es también legado de la intervención norteamericana.

Un plan de retiro rápido y sostenible, debe incluir todos o algunos de los siguientes elementos: creación de un gobierno de coalición representativo, un masivo programa de ayuda internacional para el desarrollo, financiado a través de agencias de  la ONU y ONG locales. Asimismo un creciente papel en cuestiones de seguridad, política y desarrollo económico para los bloques regionales que incluyen países de los alrededores interesados en la estabilidad a largo plazo de Afganistán, entre los cuales China, Rusia, India, Pakistán e Irán. Un paso a dar de inmediato sería que los Estados Unidos aceleren su retiro militar recurriendo a la ONU y los poderes regionales, para que desplieguen fuerzas de paz internacionales, a título temporal y que no incluyan tropas norteamericanas ni de la OTAN.

Conflicto israelí-palestino

La solución del conflicto israelí-palestino tendrá una importante implicación positiva a nivel global para los movimientos populares progresistas. Eso ayudará a resolver otros problemas, tales como las tensiones con Irán y dejará fuera de circulación a grupos extremistas y reaccionarios. También abrirá espacio para las luchas democráticas contra los regímenes reaccionarios del área, tales como los de Arabia Saudita e Irán, que han estado utilizando su supuesto liderazgo a favor de los derechos nacionales palestinos para ayudarse a permanecer en el poder.  

En medio de las dificultades presentes, la solución de dos Estados sigue siendo la opción capaz de concitar el apoyo de la aplastante mayoría, tanto de la población palestina como de la israelí, apoyo que es esencial para que la solución sea viable. Es la única solución que permite al pueblo palestino alcanzar sus esperanzas y luchar por la soberanía nacional. Igualmente, la que permite al pueblo judío de Israel, preservar su sentido de un Estado predominantemente judío. Las luchas por la identidad y contenido democrático de cada Estado seguirán más allá de la firma de cualquier acuerdo de paz.  

La persistente construcción de asentamientos israelíes y su expansión en la ocupada Ribera Occidental, particularmente en el área de Jerusalén Este, es el mayor obstáculo al reinicio de conversaciones serias. Además de eso, el continuo bloqueo israelí de Gaza, ha creado una crisis humanitaria que sirve de caldo de cultivo al incremento de las tensiones y al agravamiento de las divisiones entre el propio pueblo palestino. Al mismo tiempo, los cohetes y otros ataques contra civiles israelíes de parte de ciertos grupos palestinos, únicamente sirve para fortalecer a los “halcones de guerra” israelíes.

Obama tuvo un buen comienzo con el asunto israelí-palestino, pero una intensa oposición de parte de sectores de la clase dominante a cualquier cambio de la tradicional política norteamericana de respaldo a las políticas de Israel y la necesidad de ocuparse de otros importantes problemas, particularmente Afganistán, parece que distrajeron la atención de la administración sobre el tema. Al menos así era al final de 2009. Además, indudablemente que hay diferencias dentro de la administración acerca de cuán importante debe ser el asunto, cuáles tácticas emplear. Se agrega que parece que no se han interpretado bien los sentimientos populares palestinos e israelíes.  

No obstante, se percibe que esta administración ha cambiado el tradicional “cheque en blanco” que se le daba a la derecha israelí, sin contar que existe la convicción que poner fin a este conflicto va en el sentido de los mejores intereses norteamericanos, incluso desde la perspectiva de la clase dominante. El surgimiento paralelo de un movimiento a favor de la paz dentro de la comunidad judía norteamericana, representa un importante cambio en la dinámica política de nuestro país. Es significativo que esta tendencia ha sido bien recibida en la Casa Blanca y en el Congreso. Esto ofrece una enorme oportunidad para finalmente resolver de manera positiva un conflicto de 60 años.

Irak

Pese a que la retirada de Irak está tomando más tiempo del que desearía el movimiento progresista, la administración Obama actúa de acuerdo con el programa establecido de retirada, siguiendo el Acuerdo sobre el estado de las fuerzas militares (Status of Forces Agreement). La mayoría de las tropas se han retirado ya a sus bases y el acuerdo plantea una retirada total de todas las fuerzas norteamericanas (combatientes o de otro tipo) y el cierre total de todas las bases para fines de 2011. Algunos dentro del estamento militar y otras personas de la derecha (incluyendo a algunos elementos de la propia administración Obama) han estado proponiendo una presencia militar de Estados Unidos en Irak a largo plazo. Hasta ahora, Obama ha resistido esas presiones, pero el total cumplimiento del plan de retirada será efectivo solamente si desde abajo se hace retroceder a esas fuerzas de derecha.

Dentro de Irak, las fuerzas progresistas y de izquierda, así como el movimiento sindical, están luchando por ampliar los derechos democráticos y políticos, creando nuevas y efectivas leyes laborales y erigiendo un Estado moderno, democrático, multiétnico capaz de de desarrollar a Irak libre del dominio de los intereses corporativos multinacionales de Estados Unidos. El éxito de esos esfuerzos puede tener un impacto positivo en los movimientos populares de otros países de la región y en nuestro propio país. La AFL-CIO puede hacer una importante contribución a esa lucha, pues ya ha lanzado iniciativas para establecer contactos con los sindicaos iraquíes.

Irán

La administración Obama ha tratado de revertir la política de confrontación con Irán de Bush, así como de involucrar al gobierno de ese país en negociaciones. Esto debe ser visto como algo positivo, que hay que estimular y apoyar. De producirse, eso tendría un enorme impacto en la región, en Afganistán, en Irak y sobre el conflicto israelí-palestino.

Dentro de Irán, en los pasados cinco años, los elementos más reaccionarios y militaristas de la Guardia Revolucionaria, se han adueñado de los mecanismos gubernamentales, las empresas públicas e incluso negocios privados (a través de masivas campañas de privatización). Se han convertido en una clásica clase capitalista parasitaria, que controla en buena medida la economía, las estructuras políticas y el aparato militar. Las fraudulentas elecciones de junio de 2009 fueron parte de ese proceso de realineación de fuerzas.

Esto ha dado como resultado conflictos y malestar entre las clases, incluso dentro de la propia clase capitalista. El movimiento de oposición surgido durante las elecciones fue producto de esas contradicciones salidas a la luz pública. La oposición es una variada y dispar coalición multiclasista, que incluye a sectores de la clase obrera, de los estudiantes, el movimiento de mujeres y elementos de la burguesía nacional.

Las iniciativas de la administración Obama para involucrar diplomáticamente a Irán son importantes, aunque hay presiones en Washington a favor de una política de confrontación que puede conducir a un conflicto militar. Apoyar las aspiraciones democráticas del pueblo iraní contra el régimen reaccionario, no está en contradicción con el respaldo a las iniciativas diplomáticas hacia Irán y la necesidad de calmar las tensiones.

América Latina

Desde la elección de Hugo Chávez como presidente de Venezuela en 1999, la región de la América Latina y el Caribe ha mostrado una tendencia hacia la izquierda. En rápida sucesión, se han establecido gobiernos de izquierda y centro izquierda en Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras. Solo los gobiernos de Perú, México, Colombia y Panamá todavía están en manos de la derecha y el gobierno peruano, asediado por movilizaciones indígenas, de campesinos y de trabajadores.

Ese giro a la izquierda ha sido facilitado por ciertos factores, entre los cuales:

Una exitosa organización de masas y movilización de los trabajadores, los campesinos, indígenas y otras fuerzas, contra los programas neoliberales que han afectado considerablemente su bienestar.

La capacidad de Venezuela, trabajando con la Cuba socialista, para crear proyectos alternativos de ayuda y de intercambio comercial, conducente a un bloque de naciones crecientemente independientes del control del imperialismo norteamericano.

La creciente capacidad de la grande y potencialmente progresiva economía industrial de Brasil para apoyar este independiente y orientado a la izquierda movimiento.
La fuente alternativa de intercambio comercial ofrecida por la República Popular China.

Sin embargo, esa tendencia a la izquierda no es imparable y es todavía cuestionada por fuerzas reaccionarias todavía poderosas entre los latifundistas, comerciantes y las oligarquías bancarias, el alto mando militar y la jerarquía de la iglesia católica. Esos sectores trabajan de cerca con la derecha norteamericana y las corporaciones. El golpe en el 2009 en Honduras es un ejemplo de esa asociación.

Las iniciativas de la administración Obama en esa área comenzaron con buenos auspicios, con su negativa a interferir en las elecciones salvadoreñas en marzo, sus positivas declaraciones durante la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago en abril y la suspensión de las restricciones que limitaban los viajes o el envío de dinero de los cubanos americanos a sus familiares en Cuba. Las declaraciones iniciales de Obama, oponiéndose al golpe en Honduras implicaron también una importante ruptura con pasadas prácticas norteamericanas.

Pero otras decisiones ha creado preocupación, como el anuncio de que Estados Unidos comenzaría a utilizar siete bases militares más en Colombia, con la posibilidad de que dichas bases pudieran ser utilizadas para oponerse a los gobiernos de orientación izquierdista de la región. A eso se agrega la declaración del Departamento de Estado, que aceptaría los resultados de las elecciones en Honduras, celebradas bajo el régimen golpista. Todo indica que la administración Obama todavía necesita desarrollar una actitud hacia América latina que rompa decididamente con la vieja política de la superpotencia.

Sobre Cuba, la administración parece actuar con cautela. Pero hay un creciente respaldo bipartidista para poner fin a las restricciones de viajes a Cuba y poner fin al bloqueo económico. Entre quienes apoyan esta tendencia con mayor fuerza aparecen congresistas Republicanos que representan Estados agrícolas que se beneficiarían de una apertura comercial con Cuba. Esto se corresponde con la creación de un amplio movimiento, dentro de los Estados Unidos, a favor de la normalización de las relaciones con Cuba, incluyendo la liberación de los Cinco cubanos.

Es especialmente importante, con relación a América Latina, el papel del movimiento obrero. Entre otras iniciativas sindicales internacionales, el sindicato de trabajadores del acero, ha estado activamente involucrado en la solidaridad con el movimiento laboral colombiano. Los trabajadores del acero también encabezan el apoyo a los trabajadores mineros y metalúrgicos mexicanos, contra el ataque del derechista gobierno de Calderón. Ellos y otros sectores laborales norteamericanos han mostrado una admirable solidaridad con los miembros del sindicato independiente de electricistas, el SME, actualmente amenazado por intentos gubernamentales para disolverlo. También es alentador que este año, la AFL-CIO se haya pronunciado enérgicamente contra el golpe derechista en Honduras.

África

Desde el colapso de la URSS y el socialismo en Europa Oriental el África al sur del Sahara, ha sido sometida a una ofensiva despiadada de parte del capital transnacional, lo que dado como resultado en el empeoramiento de las condiciones de vida de una región que ya era pobre. El creciente proceso de desertificación, el tremendo impacto del SIDA, la pérdida de la ayuda que venía de las ex naciones socialistas y la agresiva imposición de acuerdos comerciales neoliberales han revertido el progreso en muchos países. Las consecuencias han sido conflictos civiles y masivas migraciones.

En varios países del continente, el saqueo de los recursos nacionales de parte de las corporaciones multinacionales, ha sido acompañado por brutales acciones militares lanzadas por instancias estatales y no estatales, que en algunas ocasiones han tenido la proporción de genocidios. La República Democrática del Congo es actualmente el peor caso, pero no es el único estado africano sometido a esas condiciones. Una nueva variable es que los países de izquierda de la América Latina que componen el ALBA, han estado tratando de desarrollar relaciones comerciales inter atlánticas y crear mecanismos de ayuda que permita a las naciones africanas romper con el modelo neoliberal impuesto por los ricos países capitalistas. China también está ofreciendo fuentes alternativas comerciales y de desarrollo a las naciones de África.
El descrédito del neoliberalismo y el advenimiento de la administración Obama, con la perspectiva de un gran “sentimiento” por los pueblos de África, abre una gran oportunidad para impulsar una reforma de las relaciones de Estados Unidos con ese continente, al que no ha considerado como una prioridad y ha tratado como basurero para deshechos tóxicos norteamericanos, además de haberse enfocado en bases y estrategias militares, para pasar a una relación de mutuo interés económico, social y cultural.

El movimiento por la paz y su papel

La elección de Barak Obama significó el repudio del pueblo norteamericano a las políticas interna e internacional de Bush. Esa victoria, y de hecho, la facilidad de la misma, en buena medida fue debida al creciente sentimiento contra la guerra en Irak y en general, contra la política exterior de Bush.

Esas elecciones reflejaron la madurez de las fuerzas progresistas y la coalición de organizaciones populares frente a las políticas extremadamente neoliberales de la administración Bush y las crisis que provocaron. La clase obrera, y especialmente su núcleo organizado, ayudó a dar consistencia a las fuerzas sociales clave (afroamericanos,  hispanos, asiáticos y otras minorías raciales y nacionales oprimidas, las mujeres y los jóvenes) en su oposición a esas políticas y fue determinante en la elección de Obama. Fue decisivo el mayoritario movimiento por la paz en los Estados Unidos y contra la guerra en Irak.

El propio movimiento obrero organizado, por primera vez desde los años 30, comenzó seriamente a oponerse a la política exterior norteamericana, la guerra y las denominadas cuestiones de libre comercio, mientras producía un acercamiento con el movimiento obrero del mundo, en busca de solidaridad en la lucha contra el capital financiero y las grandes corporaciones multinacionales.  

La organización UFJP y el amplio movimiento pacifista de los Estados Unidos, tuvieron una importante participación en el cambio de la actitud pública ante la guerra y finalmente en el rechazo electoral al militarismo del partido Republicano personificado en el binomio McCain-Palin.

Pero la elección de Obama, luego de ocho años de la administración más derechista y militarista de la historia reciente norteamericana, junto al impacto de la profunda crisis económica, creó un escenario político en el que muchas personas dentro del movimiento progresista, particularmente en el movimiento por la paz, encuentran dificultades para navegar.

Algunos elementos dentro del movimiento por la paz, en actitud estrecha, insisten en equiparar a la nueva administración con el gobierno de Bush, manteniendo el mismo patrón de oposición. Naturalmente, sigue siendo un objetivo importante del movimiento por la paz, oponerse a políticas que siguen el viejo y destructivo esquema, tales como la escalada militar en Afganistán. Es preciso movilizarse contra esa tendencia. Pero no debe cometerse el error de no apreciar los cambios positivos, por pequeños, vacilantes e inconsistentes que sean. Asimismo, dejar de reconocer el significado de las divisiones dentro de la clase dominante en lo relativo a la política exterior, implica dejar pasar importantes oportunidades para reforzar y profundizar los avances. Además, tal actitud conduce al aislamiento del movimiento por la paz con relación a los movimientos en el resto del mundo, particularmente la clase obrera y las comunidades afroamericana, hispana y otras.

Además, la lucha para cambiar nuestra política exterior en una dirección progresista, debe tomar en cuenta que la crisis económica es lo principal para el pueblo norteamericano y es lo que motiva el movimiento para el cambio.

El reto para el movimiento por la paz es ampliar sus filas y desarrollar nuevas alianzas, especialmente con los trabajadores y otros luchadores en el escenario de la justicia económica, para que surja un amplio movimiento popular que exija el fin de la guerra, una política exterior pacífica y la desmilitarización de nuestra economía, como parte esencial de de un nuevo “Nuevo contrato”. El eslogan “si a los empleos, no a la guerra” no ha sido nunca antes tan apropiado y debe ser lo esencial en ese esfuerzo organizativo.

El papel de los comunistas y del Partido Comunista

En este nuevo período, nuestro partido puede jugar un papel indispensable ayudando a crear un amplio movimiento, que involucre a las fuerzas esenciales del movimiento popular, con los trabajadores en el centro, que respalde los pasos positivos dados por la administración Obama, para derrotar la extrema derecha y el militarismo que todavía conservan un tremendo poder. También para estructurar un contrapeso a cualquier tendencia a capitular ante la derecha, ayudar a la administración Obama a dejar atrás las políticas de la Guerra Fría y establecer formas de cooperación multilateral internacional que satisfagan las necesidades de los trabajadores y de la gente común del mundo.

La medida en que la administración Obama avance en esa dirección dependerá en como el electorado progresista crezca más que el electorado que eligió a Obama. Eso requerirá mayor educación y movilización de las organizaciones de masa norteamericanas, para así romper, definitivamente, el control de la extrema derecha, respaldar las medidas positivas de la administración, empujar desde abajo para profundizar las iniciativas positivas y oponerse a las políticas que sirven a las viejas fuerzas neoliberales y su agenda.

El Partido Comunista y los comunistas tienen un importante papel para ayudar a difundir este tipo de pensamiento táctico y estratégico dentro del movimiento por la paz y otros movimientos sociales. Asimismo, ayudar a la construcción de la capacidad organizativa de un amplio movimiento popular, a favor de una nueva política exterior, vinculada a la solución de las crisis económicas y del empleo.

Es tiempo para nosotros repensar los tipos de vinculación que tenemos con la política exterior y de paz. Puede que no tengamos la debida amplitud de miras acerca de lo que definimos como organizaciones por la “paz” y en cuales organizaciones nos involucramos para impulsar la causa de la paz. Grupos comunitarios, sindicatos locales, grupos involucrados en luchas económicas, organizaciones representativas de comunidades de color, organizaciones juveniles, femeninas, ambientales, de homosexuales y otras; ¿no son esos escenarios para crear un sentimiento a favor de la paz, vinculándolo a cuestiones de económicas, sociales y de política exterior?
Los movimientos emergentes en torno a los empleos verdes y el calentamiento global son áreas importantes en las cuales nuestro Partido y sus miembros pueden establecer esas conexiones, ayudar a promover la solidaridad de clase, la justicia social en nuestro país y en el mundo y fortalecer la unidad.

Al mismo tiempo, nunca antes ha sido tan importante fortalecer la solidaridad internacional de los trabajadores, aprovechando pasos positivos que en esa dirección han dado la AFL-CIO y sindicatos norteamericanos. Debido a nuestras especiales relaciones internacionales y nuestras perspectivas internacionalistas, nuestro partido y los comunistas en el movimiento obrero, pueden jugar un papel de particular importancia en esa área.  

A largo plazo, nuestra mayor contribución a la solidaridad internacional de la clase obrera es la de ayudar a construir nuestro Partido Comunista, como parte de un amplio y poderoso movimiento de la clase obrera en los Estados Unidos.

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