El cálculo político del Partido Republicano durante los últimos dos años ha estado muy simple: frustrar a la agenda del presidente, y en especial a sus planes económicos. Y luego echarle la culpa a la Casa Blanca por la debilidad de la recuperación económica, por una taza de desempleo de casi 10 por ciento y un déficit federal explosivo.
Confiaba el liderazgo republicano que una economía casi estancada y una recuperación sin trabajos le harían daño a Obama y a su partido en las elecciones de 2010, especialmente cuando se combinen estas con una campaña de temor al déficit y a un “gobierno intrusivo,” con llamadas al racismo, al machismo y al sentimiento antiinmigrante, todas reunidas con una campaña sostenida de vituperio personal dirigida al presidente.
Los resultados electorales de anoche comprobaban que estos tenían razón. Había gente suficiente que se dejaba dominar por la frustración, que cedía a sus peores demonios y que tragaba la propaganda ultraderechista, como para transformar a las elecciones de medio mandato en una victoria de envergadura para el extremismo ultraderechista.
Con una taza de desempleo pegada al 10 por ciento y el déficit federal a niveles récord, resultaba fértil el terreno político para el regreso de la ultraderecha, en especial cuando se toman en cuenta las cantidades de dinero realmente sin precedentes que subvencionaban a candidatos republicanos y a su demagogia.
Si hubiera andado la taza de desempleo por el 7 por ciento u menos, y si la economía hubiera mostrado índices más concretos de recuperación, el resultado hubiera sido muy distinto. A lo mejor, los republicanos y los candidatos del “Tea Party” hubieran logrado algunos avances pero nada a la escala que acaban de alcanzar.
Pero la feísima realidad económica que afecta al país ha dejado a millones en apuros, confusos y airados, buscando a los culpables pero en todos los lugares equivocados. Ayer dirigían su ira al presidente y su partido, al partido gobernante, a quienes culpaban por la crisis económica.
Pasó la Cámara de Representantes a manos de los Republicanos por gran margen, mientras que el Senado quedaba bajo control de los Demócratas, pero muy apenas con una flaquísima mayoría. Y resultaban elegidos también cierto número de gobernadores estatales Republicanos.
Presta todo esto nueva vida al extremismo ultraderechista en sus disfraces republicanas y “Tea Party”. El terreno de la lucha ha cambiado a su favor. El momento y la iniciativa quedan por el momento en sus manos. Se puede pronosticar que los Republicanos en el Congreso van a ir a la ofensiva y aprovechar de su ventaja. Reclamarán un mandato popular para recortar el tamaño del gobierno y atacar el plan de cuidado de salud de Obama, restaurar la “responsabilidad fiscal,” y dar fuego verde a los “espíritus animales” del capitalismo empresarial.
En términos prácticos se trasladará esto a un asalto renovado contra los derechos, reglamentos, protecciones y beneficios que han formado una de las dos bases de lo que llamamos “el Sueño Norteamericano”.
Su otra base es una economía dinámica que ofrece salarios dignos, trabajos seguros, y jubilaciones seguras para los trabajadores norteamericanos, pero esto también se derrumbe bajo el peso de la financialización, la globalización corporativa, al no mencionarse el extremismo ultraderechista. La victoria republicana de anoche solo servirá para apresurar este “gran desenredar”.
Y lo que no puedan lograr ahora, ya esperan los estrategas republicanos que será factible en 2012 cuando, según su libreta, gane el Partido Republicano control de todos los ramos del gobierno.
Los Demócratas, incluso al mismo presidente, tuvieron parte en este debacle. Mirando para atrás, se parece que las más grandes equivocaciones de Obama fueron las de estabilizar al sistema financiero de la manera que hizo, rescatando a Wall Street, hacer de la reforma de cuidado de salud su máxima prioridad, y aceptar un paquete insuficiente de estímulos que no bajaba suficientemente las tazas de desempleo como para ganar el apoyo público por sus esfuerzos.
Sin embargo, sean lo que sean los errores de la administración (y también los nuestros), estos no deben que esconder el hecho de que el extremismo de ultraderecha es el mayor obstáculo para el progreso social y económica. El Partido Republicano ha movido muy a la derecha en su espíritu, políticas y carácter comparado con la época de Reagan. Ya muestra una tendencia autoritaria pronunciada.
Y su meta singular durante los últimos dos años, junto con sus primos del “Tea Party,” ha sido la de derrotar a la administración Obama. Y no hay que pensar que esto vaya cambiar más adelante. Ayudando al movimiento republicano y del “Tea Party” en estas elecciones de medio mandato estaban sectores mayores del capital corporativo. Las iniciativas de Obama sobre impuestos, cuidado de salud, la ecología y la reforma financiera no les cayeron bien a la élite financiera. Tampoco les gustaban sus estímulos financieros, ni la discusión de un segundo estímulo. Estos solo buscan la intervención gubernamental siempre y cuando sirva para mantener una economía capitalista desencadenada y su estructura de clases. Sí aceptan a unas pequeñas reformas, pero nada que desafíe a las riquezas y los privilegios de la capa más alta de nuestra sociedad.
El capital financiero y el capital en general no se vinculan a ninguno de los dos partidos, pero con los Republicanos su nivel de confort es mayor. Durante la campaña electoral regalaron a candidatos republicanos cantidades casi ilimitadas de dinero. Y anoche estaban encantados con los resultados electorales obtenidos.
Pero para nosotros no hay caso para el luto. La derrota de ayer no fue nocaut. Una vez terminada la cruda electoral, ajustarán el presidente y la coalición de gente y organizaciones que lo eligieron su agenda para resumir sus luchas, comenzando con el Congreso saliente.
Una cuestión candente será la de terminar o renovar los recortes de impuestos de Bush para los ricos. Esta lucha vale la pena, aunque la presión sobre algunos Demócratas por apoyar su continuación será considerable.
Uno de los aspectos positivos, y no hay muchos, es que los Republicanos ya no pueden ser simplemente el “Partido de ¡NO!” Ya tiene que cambiar del manejo de puras consignas a soluciones concretas, soluciones que el pueblo norteamericano pueda ver y medir.
Inevitablemente, esto les quitará el brillo populista tras el cuál se han podido esconder hasta ahora. La problemática que ya se enfrenta al extremismo ultraderechista es que su política real revelará sus lealtades verdaderas: a los ricachones corporativos, y comprobará su bancarrota política.
Una ortodoxia económica neoliberal envuelta en piel extremista ultraderechista no pondrá nada de comida en la mesa, no ayudará a las familias que van perdiendo sus hogares ni a los jóvenes que luchan por pagar sus colegiaturas, ni tampoco ayudará a los millones que buscan desesperadamente el empleo a un salario viable.
Gozarán los Republicanos del brillo de su victoria por un rato, pero no hay que sorprenderse cuando resultan desilusionados con sus políticas muchos que votaban por ellos. Y sobre esta base surgirá una coalición popular aun mayor y más fuerte que la que eligió a Obama en 2008.
En este momento no hay nada más importante. Depende del pronto aparecer de un movimiento así el éxito de la presidencia de Obama ahora y en 2012; depende de él una salida de esta crisis a favor de los trabajadores y del pueblo; depende de él la clase de país que vamos a ser en el siglo XXI: o un país decente, inclusivo, sostenible, pacífico y justo, u un país que recurre a lo peor de nuestra cultura y nuestra historia.
Sam Webb es el presidente nacional del Partido Comunista, EEUU.
Foto: Un votante emite su sufragio en la Alcaldía de la aldea de Hayes, en Ottawa, Kansas, 2 de noviembre. (AP/Charlie Riedel)